abril 24, 2025

Sapukái de emoción y lágrimas en homenaje a los caídos en Malvinas

Los excombatientes correntinos visitaron el cementerio de Darwin. Entre las cruces blancas, en medio de la colina y una tenue llovizna, rindieron honores a camaradas que murieron en la guerra. Enorme desahogo y alivio interior. “Son nuestros verdaderos héroes”, acentuaron.

Aunque uno crea estar preparado, las emociones los sorprenden. Eso lo enseña la vida, sobre todo viniendo de estos excombatientes que llevan consigo el dolor de la guerra, y al momento de rendir homenaje a los caídos en Malvinas se descargan y sienten alivio.

Algunos de los 20 correntinos que visitaron este domingo el cementerio de Darwin, a 43 años de la guerra, lo hicieron en silencio, con mirada fija sobre las cruces blancas. Otros, con lágrimas. Y varios a corazón abierto, hablándole en voz alta al camarada caído, su visita especial y el dolor de haberlo perdido. Cada uno a su manera, cada uno con su ofrenda en este homenaje a los que dieron su vida en la guerra del ‘82.

La delegación de 20 exsoldados conscriptos de Corrientes cumplió su primera estación de un Viacrucis sanador en Malvinas. Y confluyeron en el campo santo argentino con seis camaradas de Chaco y cuatro de Buenos Aires.

Eran las 10:30 cuando abrieron la especie de tranquera del cerco perimetral del cementerio. El clima estuvo cambiante: del gris frío de la partida y con una leve llovizna, pronto se pasó a algunos rayos del sol tibio. Pero al llegar a Darwin, todo fue radiante.

La ansiedad apenas se contuvo al ingresar al cementerio. En fila fueron caminando lentamente hacia casi la mitad del predio, en cuyo fondo está la enorme cruz blanca. A partir de allí, cada uno buscó una tumba para rendir su homenaje.Previous

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La mayoría llevaba una bandera argentina en su manos y la desplegaban sobre la tumba de un compañero de guerra. “Ellos son nuestros verdaderos héroes. Nosotros volvimos, ellos no”, me dice Héctor Luis Alfonso, un excombatiente que vive en Capital. Sus lágrimas ruedan por un rostro colorado y agrietado por los años. Su sufrimiento interior empieza a salir y su sanación del alma genera ya un brillo especial en sus ojos marrones.

Mientras, Héctor Aldavez, de Santo Tomé, extiende su bandera identificatoria y se desahoga al pie de la cruz mayor. Angel “Coqui” Flores, el excombatinete que cumple muy bien el rol de coordinador de este tipo de viaje, lo abraza: “Llorá hermano, descargate”, le dice. Aldavez, le hace caso y se desinfla entre los brazos del camarada amigo. Misma escena había ocurrido minutos antes, y casi en el mismo lugar, con Alfonso.

Se dice que el sapukái es la expresión más acabada de aquel que quiere sacar el dolor que lleva por dentro. Y eso pasó también en Darwin. Puro sello correntino, llevado por el vientito helado que cruzaba la colina en medio de la mañana soleada.

Dolor de padre y camarada

Guillermo Miño, también de Capital, ingresa superando la enorme dificultad de caminar con las piernas afectadas -secuela de la guerra- por el tristemente famoso pie de trinchera, nunca tratado como debía en la vuelta al continente.

Miño se sostiene de un lado con su bastón. Del otro, lo apuntala “Coqui”. Van despacio hasta la tumba de un camarada caído. Se sienta en el suelo, saca unas flores de plásticos y llorando le habla al héroe enterrado en Malvinas. Llora su dolor de padre que perdió hace poco a su segundo hijo. “Ahora estarán juntos, eso quiero”, repite entre lágrimas.

Miño hizo el doble de esfuerzo que todos para llegar a Malvinas, dadas sus condiciones físicas. Pero ahí está, subido a este itinerario de sanación. Desde hoy comenzarán las visitas de los lugares en que los integrantes de esta comitiva estuvieron combatiendo. Más emociones por salir y más heridas por curar.